Recuerdos de una Rebel


• Su mamá pasó por su cuarto, y la sorprendió cortándose el cabello sumamente corto con la tijera que había para coser. A., estaba cansada, traumada, de ver caer su cabello en grandes cantidades. Recién había pasado una varicela atípica; su cuerpo luchó contra el virus fuertemente provocando días de altas fiebres y temperaturas que la llevaban a mareos y vómitos. Su tío, doctor recién llegado de Rusia, le dio a tomar unas pastillas rosa y turquesa que de alguna forma ayudaron a desencadenar que el virus terminara de desarrollarse y salir. Pero tras las fiebres, las raíces de su cabello prácticamente se habían quemado, causando una posterior caída de pelo. A., que estaba orgullosa finalmente de su cabello largo (su infancia lo tuvo corto casi siempre), veía como se caía a mares cuando lo lavaba, peinada, rascaba, y despertaba viendo en su almohada cubierta de cabello. Optó por recomendación del doctor, cortarlo a media espalda, luego fue a nivel de hombros y había optado por un corto hongo encima de las orejas. Sin embargo la caída no cesaba. Por aquellas épocas ya A. había entrado a la cultura alternativa y gótica, influencia si bien de su hermano musicalmente, había entrado en amistad con el grupo de “cuervos” de su ciudad, un grupo de chicos que escuchaban esa música y que ataviados con gabardinas y ropas negras, se sentaban en la esquina alta de la Universidad tanto a filosofar sobre la vida como a tomar pequeñas dosis de alcohol clandestinamente, y otros fumaban marihuana. A A., simplemente le encantaba el tono rebelde del grupo, sin caer en esos momentos presa de ninguna adicción más que a la ropa y la música.
Pasaron en aquella tarde, en el canal musical, un hit de una nueva cantante que lucía hermosa con su cabeza calva, Nothing compares to you de Sinead O’Connor. A., simplemente impactada e inspirada por semejante belleza se dijo, he ahí la solución. Agarró la primera tijera que encontró en la costura de su mamá, agarró sus mechones y empezó a podar sin ningún freno ni experiencia. Su madre que venía llegando a casa, subió a buscarla encontrándola en plena labor. Entre sorpresa y risa de ver a su hija en semejante intento, pero al oír su justificación llena de congoja y liberación, optó por llevarla a la barbería del barrio y que le pasaran la máquina para por lo menos que quedara parejo.
Al día siguiente al llegar a la parada del bus del colegio, A., encontró a Diana, su compañera de nivel igualmente rapada, que lo había hecho por mera casualidad y eran de gustos similares. Felicidad, orgullo, y un sentimiento de ser auténticas, desafiantes, la impulsó por años a llevar su cabello corto, al que le daría formas creativas entre mechones, colores, cortes. Aún cuando la confundieran con un chico, la hacía sentirse feliz.  

• Mis orejas permanecieron vírgenes hasta mis doce años. Mi padre quería que yo eligiera ponerme aretes o no. Me las abrió mi madrina, con unos aretes de oro que mi mamá había guardado para la ocasión, y a punta de hielo y aguja. Tras semanas de que mis orejas no sanaran y se infeccionaran constantemente, una compañera de colegio me hizo notar que tal vez era alérgica al oro y que debía probar con la plata, con lo cual fue santo remedio. Al entrar al colegio, algunas de mis compañeras tenían dos aretes en cada oreja, y me encantó la idea, y con ahorros pude pagar para que me abrieran con pistola los segundos aretes. Pero a los 14 años, a final de año, salió una canción con otra cantante de pelo corto y que tenía la oreja derecha con 10 aretes y la izquierda con 5. Era Linger de Cranberries. Su álbum se me volvió casi un himno y ahora mi meta era tener la misma cantidad de aretes! Los terceros me los abrí yo. Aproveché un día que no había nadie en casa y probé abrirlos sola. Fue un poco complicado, pero se logró y me di cuenta que las próximas veces ya sería más sencillo y ya comprendía el método. Y cada oportunidad de estar sola y con ahorros para comprar los aretes significaba un huequito más en mi oreja! Los iba poniendo en orden de tamaño de más grande a pequeño. Para el final de mis quince ya tenía todos! Mi papá un día, meses después, vino a desayunar con nosotras. En medio desayuno, me hizo una mueca mientras veía mi oreja. Nos preguntó que si recién me las había abierto así, y mi madre entre risa y rabia contestó que llevaba meses con las orejas así. Mi papá sencillamente se levantó y se fue, y se enojó conmigo y no quiso hablarme todo ese tiempo. En cuarto año, mi año más punk, llegué el primer día del colegio con las orejas llenas de gasillas. Poco a poco he ido quitándolos ya grande, por razones muy diversas. Pero en su momento fueron parte completamente de mí y cada arete con un recuerdo muy bello!

• Nunca me había sentido tan judía como el día que mi novio, recién convertido al skinhead me envió una foto mía con una esvástica dibujada en la cara. Yo tenía 14. J. era mayor que yo, tenía 18 o 19. Lo conocí por el grupo de “cuervitos” y skates que andábamos juntos en Heredia. Juan era muy extrovertido, típico rebelde que le gustaba tanto dar discursos como entablar pleitos, blanco, pelo muy corto, pecoso, que le gustaba dibujar, y me atraía mucho, de mi parte de una forma muy inocente. Había hablado con papi en esas épocas de nuestras raíces moro sefardíes de nuestro nombre, y curiosamente, es algo con lo que siento gran afinidad. Se lo había contado a él como mero dato curioso, Juan también era punk. Pero de un día para otro, decidió que lo suyo era ser racista, skinhead y luchar por una raza pura, totalmente antisemita. Yo no entendía el cambio tan radical que había tomado, y me mandó a decir con uno de los chicos que ya no podía seguir conmigo a raíz de mis raíces y José, su mensajero, trajo una foto mía que le había dado con una esvástica sobre mi cara y decía atrás Fuck Off Judía. Fue algo muy fuerte para mí, nunca me había sentido tan rechazada y humillada de esa forma, por alguien además a quién le había dado tanto afecto. J. siguió con ese pensamiento por vario tiempo, a pesar de ser rechazado por amistades, golpeado varias veces por distintos grupos, pero también fue el inicio del movimiento en Costa Rica, que se mantiene hasta el día de hoy, algunos desde esa época. J. me lo topé varias veces en la vida nuevamente donde me di cuenta que me inventaba exitosas carreras internacionales como pintor y escultor. Terminó graduándose en educación física y dando clases de aeróbicos en un hotel de playa y casado, luego de haber también de haber trabajado fuertemente en el partido Unidad Social Cristiana. Ignoro si él recordará esto. Ese día de la tristeza tras haber recibido la foto, Joz y yo nos besamos, y J. que venía a hablar conmigo nos vio desde la esquina. Luego no supe más de él hasta en mis encuentros casuales con él años después. Nos volvimos enemigos de filosofía durante mi adolescencia

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